El record de Onoda se está quedando corto, sin embargo, al saberse hacia 2005 de soldados japoneses que han aparecido en Filipinas o incluso un soldado que, dado por desaparecido, estaba casado en Ucrania (y nadie sabe cómo llegó allí). Al no haberse rendido, de alguna manera se puede considerar que todavía estaban combatiendo.
Probablemente el único general que mató personalmente a un soldado enemigo en la Segunda Guerra Mundial fue el general inglés R. E. Urquhart, durante una emboscada enemiga en la arriesgada ofensiva de Arnhem, Holanda, en 1944.
El general Clark era conocido como un oficial justo, que mantenía un estrecho contacto con sus tropas y de carácter muy amable.
El sargento Richard Dudley era encargado del Casino de Oficiales en la campaña de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el comando del general Bradley. Como cualquier otro establecimiento similar, se encargaba de darle a los oficiales un poco de esparcimiento y un nivel de vida algo más elevado que el del soldado raso
Luego de la batalla de Kaserine en África, el II Cuerpo de Ejército de EEUU estaba muy desmoralizado a causa de los graves golpes que había sufrido a manos de las fuerzas de Rommel. Eisenhower resolvió, para reparar esto, la designación del general Patton como nuevo comandante.
La decisión no podría haber sido más acertada. Con una personalidad avasalladora, un caracter firme y decisido y algo excéntrico, era justo lo necesario. El general Bradley comenta en sus Memorias como Patton llegó a su puesto de comando, entre sirenas y la marcha de decenas de vehículos: "en el coche que marchaba a la cabeza, Patton viajaba de pie, como el conductor de una cuádriga. Miraba ceñudamente hacia el viento y su mandíbula presionaba contra el barbijo de malla de un casco con dos estrellas. Dos estrellas de plata, de tamaño excesivo sobre una chapa roja, señalaban su auto de comando." El ego de Patton era otra de sus características.
Pronto encontró el elemento que necesitaba para elevar la moral de su tropa. Durante varios meses de combate, los soldados estadounidenses se habían acostumbrado, como el recluta inglés, a un uniforme desaliñeado. No usaban el casco, sino solamente la gorra de lana que debían llevar debajo. Patton entonces obligó el uso de casco, polainas y corbata en todo momento. Las multas por no hacerlo eran de 25 dólares para soldados y de 50 para oficiales.
El reinado del "escupa y saque brillo" que instauró el general Patton logró justamente su objetivo: soldados más disciplinados, orgullosos y seguros de sí mismos.
Uno de las operaciones más desastrosas que llevaron a cabo los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, el desembarco de Dieppe, fue decidido ¡por un subteniente! Luego de decenas de reuniones secretas, los altos mandos de todas las fuerzas de tierra, aire y mar se reunieron nuevamente a dar el OK definitivo a la operación, el primer desembarco a gran escala de la guerra. Sin embargo, al no ponerse de acuerdo, dejaron el manos del subteniente Ronald Bell la decisión. Siendo un oficial meteorólogo, Bell solamente pudo decir: "En mi opinión, el buen tiempo reinará en la zona del Canal". En realidad se equivocó: el clima fue malo, pero muchísimo peor fueron las operaciones militares, que costaron valiosos hombres y material a los aliados en un desembarco inútil que tuvo que ser abortado.
Un oficial solía usar calcetines gastados, que en el frente utilizaba para filtrar el té que consumía (y a veces, el que le servía a otros). Su uniforme solía ser más grande de lo debido, y tenía mal cosidos los botones. Este aspecto lo tenía incluso cuando iba a visitar a sus superiores, a algunos de los cuales llamaba simios militares si los consideraba demasiado ortodoxos. Su casco no era reglamentario y solía ir sucio, ya que en lugar de ducharse se frotaba el cuerpo con un cepillo de esponja. A falta de relojde pulsera, usaba un reloj despertador en miniatura que se ataba a una mano. Comía cebollas crudas, que según él hacían muy bien a la salud. En ocasiones iba desnudo, recibiendo así a invitados y colegas militares.
Durante el ataque japonés a Pearl Habor, un capellán de la US Navy se encontró en un predicamento que resolvió rápidamente. Ejercitando una profesión que puede parecer contradictoria, el sacerdote se estaba preparando para una misa al aire libre (el ataque fue el día domingo 7 de diciembre a la mañana temprano) cuando vio aproximarse a las aviones japoneses.
Ni lento ni perezoso, corrió hasta una ametralladora cercana, la arrastró solo como pudo, la montó sobre el altar que estaba preparando y ametralló a los aviones cuando pasaron sobre él. Su pequeña gesta fue inmortalizada más tarde en una canción popular, que se llama "Alabad al Señor y Pasad la Munición".
HECHOS DESCONOCIDOS
El XV Grupo de Ejército Aliado que operó durante la Segunda Guerra Mundial en Italia "era una Babel", según palabras de su Alto Mando. Y no era para menos: tal vez haya sido el frente con soldados de más nacionalidades y etnias de todas las guerras, modernas y antiguas. Esto planteaba, inevitablemente, frecuentes y problemáticas dificultades en la logística: traductores, comida, aprovisionamiento, organización, etc. Entre sus efectivos se encontraban:
Estadounidenses: algunos descendientes de inmigrantes italianos y japoneses (llamados nisei, agrupados en una formación especial ya que se temía por su actuación a causa de su origen).
Franceses: que luego pasaron a la lucha en su misma patria
Brasileros: pertenecientes a la 1º división de la Fuerza Expedicionaria Brasilera. El general Clark comenta que "nos había resultado extraordinariamente difícil encontrar intérpretes de habla portuguesa para los tanquistas que debían apoyar a unidades brasileras en acción”.
Efectivos de las Islas Británicas: entre ellos batallones escoceses, irlandeses (que pidieron, el día de San Patricio, que un avión especial les trajera de su patria una comida tradicional) y británicos.
Italianos: pertenecientes a pelotones de partisanos o del ejército regular, ya que a partir de 1943 Italia estaba de parte de los Aliados
Griegos.
Canadienses: pertenecientes a toda la geografía, incluso Terranova, algunos hablando inglés y otros francés.
Sudafricanos: tanto de origen occidental como nativos, representados entre otros por los "Springboks" del Mariscal Smuts, el Batallón de Servicios Especiales de la 6º División Blindada Sudamericana que dejaron sus tanques y combatieron a pie.
Polacos: pertenecientes al 2º Cuerpo Polaco, con parientes en EEUU y que se hicieron famosos al conquistar las alturas de Monte Cassino (entre los cuales se encontraba un oso que era su mascota y combatía con ellos, lo cual da lugara una historia más larga).
Judíos de Palestina.
Marroquíes y Argelinos de las colonias francesas: que aunque lucharon con gran valor e ingenio, trajeron no pocos problemas de logística.
Neocelandeses.
Indios: de multitud de etnias reclutadas por los británicos en esa colonia, incluyendo sikhs, maharattas, madrasis, jats, rapjuts, punjabíes, pathanes, baluchis y gurkhas de Nepal; sus religiones y alientación trajeron no pocos problemas. Los hindúes no podían comer carne de vaca, que consideran sagrada, y otros no podían comer carne de cerdo; el Octavo Ejército Británico tenía que llevar un rebaño de cabras detrás suyo para alimentarlos a todos.
Había en servicio numerosos cuerpos femeninos de enfermeras y auxiliares, con mujeres estadounidenses, inglesas, sudafricanas y canadienses. Los hospitales tenían que tener multitud de intérpretes y ser capaces de abastecer de alimentos, ropa, medicamentos y demás sin romper ninguna regla cultural. "Hubo un gran revuelo cuando los enfermos árabes franceses se negaron a usar pijamas, usando los pantalones como turbantes", recuerda Clark.
El ejército de la Alemania nazi, presunto representante de la superioridad de la raza aria, se convirtió a lo largo de la guerra en una torre de Babel, al igual que pasó con los Aliados. Combatieron del lado alemán franceses, croatas, rusos, letones, lituanos, tártaros, norteafricanos, turcomanos, chechenos, e incluso se dice que indios (probablemente capturados de divisiones inglesas). Incluso las máximas representantes de los ideales nacionalsocialistas, las S.S., admitieron en sus filas a belgas, daneses, holandeses, noruegos, españoles, franceses... y a auxiliares del este de Europa. Esto hizo que, curiosamente, hubiera franceses defendiendo Berlín en la última batalla.
Los reconocimientos aéreos estadounidenses sobre el atolón de Tarawa hicieron un trabajo más que sobresaliente para ayudar a las fuerzas terrestres a conquistar la isla. En sus fotos aparecen las letrinas japonesas de la isla de Betio, la más importante desde el punto de vista de militar del atolón. Identificando con precisión los tipos diferentes según fueran para oficiales, suboficiales o tropa, y estimando el numero de hombres que se asignarían a cada letrina, los oficiales de inteligencia norteamericanos concluyeron que los defensores japoneses eran 4.836, que luego se reveló como la cifra exacta. Esto ayudó mucho a planear el desembarco. De estos defensores sólo se hicieron 148 prisioneros, trabajadores esclavos coreanos en su mayoría, y casi todos heridos. Los americanos perdieron 1.115 hombres y tuvieron 2.292 heridos.
En un momento de la guerra, tres bombarderos B-29 estadounidenses aterrizaron de emergencia en territorio ruso. A pesar de todos los pedidos, nunca fueron devueltos: los soviéticos se dedicaron a estudiarlos y copiarlos detalladamente, para luego producirlo como un bombardero propio. No es de extrañar que luego EEUU llegara a hundir buques japoneses revolucionarios, como la famosa serie de submarinos Sen Toku I-400, para evitar que fuera visto por los soviéticos.
El hambre fue una constante en muchas eventos de la Segunda Guerra Mundial: el asedio de Leningrado, las marchas kilométricas por las selvas de Birmania, y un largo y lamentable etc. Lo curioso es el sentido del humor: luego de la caída de Rangun en abril de 1942 las tropas del general Stilwell parecían estar contentos al haber descubierto una nueva vitamina, la G. Era el nombre irónico con el que llamaban a los gorgojos que estaban en sus galletas, ya pasadas.
Hasta 1938, Alemania tuvo una misión militar en China, adiestrando los soldados del general Chiang Kai-shek. Desde 1928, estas tropas estuvieron enseñando a los chinos el arte de la guerra, incluso suministrándoles indumentaria como cascos y artillería. Lo curioso es que China y Japón, aliado de Alemania, entraron en guerra hacia esos años, y continuaron en guerra hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Solamente en 1938 la misión se retiró, luego de pedidos japoneses a las autoridades alemanas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los pilotos estadounidenses ponían latas de mezclas de helado en los compartimientos del artillero de popa de sus B-29s. Las bajas temperaturas que sufrían a causa de la altura del vuelo, y las constantes vibraciones, hacían un buen helado.
La ciudad mas afortunada del mundo tal vez sea Kokura, en Japón. Esta ciudad se salvó nada menos que dos veces de ser arrasada por una bomba atómica. Era el blanco secundario del Enola Gay cuando éste atacó Hiroshima. De esta manera, al tener que atacar Nagasaki, se convirtió en el blanco principal. Pero el mal tiempo existente sobre la ciudad de Kokura hizo que al final el blanco fuera Nagasaki.
El 90% del combustible utilizado por las fuerzas armadas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial era de origen sintético, fabricado a base de carbón hidrogenado. Entre 1930 y 1941 se construyeron en Alemania 8 plantas para procesar carbón bituminoso, que producían más de 930.000 toneladas al año, dedicadas solamente a la producción de combustible para la aviación. La falta de petróleo era una de las mayores debilidades del Eje. Posteriormente el proceso de fabricación, conocido en todo el mundo, dejó de utilizarse a causa del menor costo del gas natural.
Durante la campaña del desierto contra Rommel, los británicos y fuerzas australianas combatieron juntos contra los alemanes. Sin embargo mientras los ingleses tenían los pies llenos de ampollas y cojeaban visiblemente, los australianos parecían completamente sanos. Un oficial medico se interesó en el tema encontró la respuesta un día que vio a un grupo de australianos chapoteando en un charco. Este era el tratamiento milagroso de los australianos, metían los pies en un agujero con... Orina, que al parecer les fortalecía los pies.